Las fracturas son lesiones óseas que ocurren cuando un hueso se rompe parcial o completamente debido a una fuerza excesiva. Pueden clasificarse en fracturas cerradas (sin exposición ósea) o abiertas (cuando el hueso atraviesa la piel), además de otras variantes como fracturas desplazadas, conminutas (múltiples fragmentos) y por estrés (microfracturas por sobrecarga).
El origen de una fractura suele ser un traumatismo directo, como caídas, golpes o accidentes. También pueden producirse por distintas enfermedades que debilitan los huesos.
Las fracturas más frecuentes incluyen las de muñeca (radio distal), fémur y tobillo. En personas mayores, las fracturas de cadera son especialmente comunes y pueden tener graves complicaciones.
Los síntomas principales incluyen:
Dolor intenso
Inflamación
Hematomas
Deformidad en la zona afectada
Dificultad o incapacidad para mover la extremidad.
El diagnóstico se realiza mediante exploración física y pruebas de imagen como radiografías y, en ocasiones, otras pruebas como la tomografía computarizada (TAC) o resonancia magnética que se solicitan para una mejor visualización de la fractura o para la planificación de una futura cirugía.
El tratamiento depende del tipo de fractura y la localización de la misma.
En fracturas simples con poco o aceptable desplazamiento, el tratamiento de elección es la inmovilización con yeso o férulas.
En caso de fracturas desplazadas o en ciertas localizaciones que requieren una reducción anatómica, se tratará mediante cirugía con fijación mediante placas y tornillos, clavos, fijadores externos, etc.
La rehabilitación postoperatoria con fisioterapia es clave para recuperar la movilidad y función de la región afectada.